El más grande escritor peruano es un caso ejemplar de vocación profesional. Una vocación que, como confiesa en sus memorias “El pez en el agua”, surgió en su juventud como una rebelión contra la autoridad paterna quien, por la época y la sociedad en la que vivía, consideraba a la literatura un oficio poco productivo.
Según cuenta Mario Vargas Llosa, su vocación siempre estuvo asociada con lo prohibido.Siendo un niño, su madre escondió el libro de Pablo Neruda “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” para que no pueda leerlo. Pero un día Mario lo encontró por accidente y descubrió una fascinación por las letras.
Este arequipeño nacido en 1936 encontró en su familia materna, con quienes vivió en Piura los últimos años del colegio, la gente adecuada que le incentivó la escritura de poesías, artículos y cuentos que se publicaban en el diario “La Industria”. Fue su tío Lucho Llosa quien lo animó a perseverar en sus ganas de ser escritor, porque aseguraba lo siguiente:
No seguir la propia vocación es traicionarse y condenarse a la infelicidad.
El más grande escritor peruano es un caso ejemplar de vocación profesional. Una vocación que, como confiesa en sus memorias “El pez en el agua”, surgió en su juventud como una rebelión contra la autoridad paterna quien, por la época y la sociedad en la que vivía, consideraba a la literatura un oficio poco productivo.
Según cuenta Mario Vargas Llosa, su vocación siempre estuvo asociada con lo prohibido.
Siendo un niño, su madre escondió el libro de Pablo Neruda “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” para que no pueda leerlo. Pero un día Mario lo encontró por accidente y descubrió una fascinación por las letras.
Este arequipeño nacido en 1936 encontró en su familia materna, con quienes vivió en Piura los últimos años del colegio, la gente adecuada que le incentivó la escritura de poesías, artículos y cuentos que se publicaban en el diario “La Industria”. Fue su tío Lucho Llosa quien lo animó a perseverar en sus ganas de ser escritor, porque aseguraba lo siguiente:
No seguir la propia vocación es traicionarse y condenarse a la infelicidad.
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